(Nota del blogger: Silencio en la sala, hoy (30 de octubre) Diego Armando Maradona cumple 47 años. Me parece pertinente reproducir esta crónica que publiqué en mayo del año pasado en la revista El Gráfico-Perú, cuando el Pelusa vino a Lima para jugar una pichanga y un redactor se disfrazó de fotógrafo para correr la cancha junto a él)
(Ese marciano que está detrás de los policías, casi imperceptible, soy yo)
Un periodista esperó en el aeropuerto, hizo guardia en el hotel y aceptó tomar fotos a ras de campo con la intención de no perderle la marcación a Diego Armando Maradona en Lima. ¿Llegó a hablar con él? La única manera de saberlo es leyendo esta agitada crónica de pasos incesantes
El “Rey de las Pataditas” acaba de sentarse en la banca de suplentes del Estadio Nacional de Lima. Está solo, viste una camiseta que combina los colores de la selección peruana con la argentina. Un viejo amigo lo saluda y le pregunta por qué se echa crema en el tobillo. “Me golpeé el otro día, pero tenía que venir hoy. Es Maradona, tío”, le responde el esmirriado talento del balón que siempre es convocado para distraer al público limeño en cada entretiempo de partido importante. El “Rey de las Pataditas”, hombre anónimo que respira con cada ovación a sus piruetas, tendrá que esperar sin quejarse del dolor, como otros tantos. Acompañar a Diego Armando Maradona en un país que no sea Argentina (o Cuba) fulmina resistencias y cobra por adelantado al impaciente. Mejor es que no lo esperes. Confórmate con verlo (y date por bien servido).
Diego Armando Maradona, mientras todos lo esperan, juega y hace bromas en el camerino con quienes lo acompañarán esta noche. El “Rey de las Pataditas” tiene fe y eso es suficiente impulso para que les pida a todos los fotógrafos una imagen con el “10” argentino. “Es currículum, socio”, les dice. Y se queda sentado en el banco hasta que unos agentes de seguridad, todos calvos y con cara de haber matado a alguien, le piden que se vaya a la perrera, una suerte de tribuna alterna ubicada a unos metros de la cancha. Maradona no vino a encontrarse con nadie. Sólo quería divertirse un poco (y ganar bastante).
Cuando se anunció la llegada del mejor jugador del mundo de todos los tiempos (perdonen la certeza), los medios se cansaron en gestiones para conseguir su cuarto de hora con el “Pelusa”. Nada. A estas alturas del partido, el astro albiceleste sabe que no tendrá otro repechaje con tiempo suplementario. Quiere aprovechar el momento. Cobrar miles de dólares por entrevista es parte de la estrategia de supervivencia. Descartada cualquier exclusiva. Había que usar el overol y esperar que llegue “el día de mi suerte”.
MANOS ABIERTAS
El aeropuerto internacional de Lima se convierte en el barrio más marginal y desmedido cada vez que llega una estrella del deporte o de la música. Se hacen llamar fanáticos pero son una banda con un plan de ataque. Son ladronzuelos de poca monta que esperan el tumulto para extraer los bienes más cotizados. Y sus presas más cantadas son los periodistas, sobre todo los reporteros gráficos. Los robos son tan anunciados como la llegada de cada vuelo.
Así, con el peligro de perder lo de uno, se hizo desesperada la espera. El arribo estaba confirmado para la medianoche y ya casi daban la una. Diego Armando Maradona y el resto de argentinos habían bajado del avión pero era vital para los organizadores del evento hacerlo inalcanzable. Salió por una puerta alterna con ropas negras. Una camioneta gris de lunas polarizadas lo esperaba para llevarlo al hotel Sheraton. Correr con cuidado, correr mirando a los cuatro costados. Acercarse al personaje sin pecar de distraído. Cuando el vehículo empezó a caminar aún seguían algunos hinchas estampados en las lunas delanteras. Marcar a Maradona tienta el lado ilegal. Por eso Luis Reyna se olvidó de jugar al fútbol. Sin que éste sea su pecado mortal. Fue su necesidad.
En el hotel todo estaba listo para festejarlo. Los trabajadores en pleno lo saludaron y la gerencia dispuso que el restaurante sea cerrado en horas de la madrugada para la comitiva maradoniana. A eso de las dos y tres de la mañana, la delegación albiceleste acabó con su apetito. Después hubo un cierrapuertas. Se fueron de joda (de juerga) hasta casi las seis de la mañana. A Maradona sólo le quedaba dormir mientras algunos periodistas y paparazzis rodeaban ese piso 19 del Sheraton. Durmió tranquilo porque cerca del ascensor y las escaleras estaban esos macizos hombres de cabeza deshabitada. Los osos con chaleco que hacían la guardia, los grandotes acostumbrados a impedir.
Afuera del hotel, al día siguiente de la llegada de Diego, el pueblo se sumó. La idea es verlo y el resto sólo será anécdota. Al mediodía se detiene un bus crema, es Nito Mestre, ese flaco afinado que fue amigo y cómplice de Charly García en el inmejorable Sui Generis. El trovador no veía a Maradona desde el 2004 y quería reencuentro. Lo esperó y esperó. El “Pibe” le dio bola. Un par de horas más tarde llegó ese ingrediente estrafalario que es símbolo nacional peruano. Con una cruz dorada se acerca a la puerta un individuo con la cabellera blanca y larga, dice que se llama “El Chamán del Norte” y que quiere darle buenas vibras al astro que estaba privado en su cuarto. Dice también que a Maradona lo cuida el ángel Gabriel y que éste ha revivido, por eso ahora le irá bien, no se volverá a caer. “Soy experto en la ciencia de los ángeles”, pronuncia robando cámara. Está loco.
LOS PERIODISTAS NO SON ENANOS
Descartada la entrevista, restringido el cerco alrededor de él, la única opción para hacerle alguna pregunta se encerraba en un cuarto salido del mundo de Liliput. El techo demasiado bajo, el espacio como obstáculo letal, más inalcanzable aún el “Diez”. ¿Diego Armando Maradona está convencido de ser monumento construido sólo para adorar? ¿O el resto de mortales lo ha convertido en ese becerro de oro que se mira pero no se toca? No sólo los reporteros gráficos y camarógrafos de TV peleaban por un ángulo. También los redactores, libreta en mano y el fanatismo a punto de perderse con un grito al “Diez”, se instalaron de pie en sillas cercanas a la mesa central. No había otra.
Diego salió con un polo verde fosforescente, una prenda resaltadora que ayudaba a buscarlo en medio de tanto tumulto. Levantó la mano de “Dios”, se detuvo para algunas tomas y habló con desparpajo, como si estuviera dominándola con el hombro en un estadio italiano repleto, todos odiándolo por ser argentino, por ser ajeno. “¿Quieren que hable de Reyna? Bueno, sí me acuerdo de él, aunque ése nunca jugó a nada”, dijo Maradona refiriéndose a Luis Reyna, ese ex jugador peruano que en 1985 usó algunas tretas para no dejarlo jugar. Los organizadores miraban el reloj. No hay que exponer mucho al idolatrado porque puede bajar a tierra. “Brasil es el favorito para Alemania 2006. No nos hagamos estúpidos. Tienen a Ronaldinho, Ronaldo, Robinho, Kaká y a Emerson, aunque a veces ese se come un caño. Podrían jugar sin Dida”, bromea el ex campeón mundial rodeado de seis bellas mujeres a quienes les besó la mano de ida y vuelta.
Diego Armando Maradona versión Tour-Lima 2006, es un hombre cuarentón que podría ser el hermano mayor de ese veinteañero que levantó la Copa FIFA en México. Es como si ese obeso y desgastado varón hubiera recuperado el molde para parecerse a sí mismo. Aunque puede ser sólo eso. Es cierto que ahora el genio aprovecha mejor su imagen, cobra millones por conducir programas de televisión y que está viajando por el mundo jugando fútbol. Se está divirtiendo y la pelota no se mancha. Pero quienes más lo quieren (los que en cada papelito en la cancha dejaron un latido) se preocupan por él cuando lo ven rodeado por la noche. “Dios” aún no encuentra la fórmula para el milagro de la invulnerabilidad. La tentación está.
UNA FOTO CONMIGO
Una mirada de dos segundos en el aeropuerto, un seguimiento atolondrado en la conferencia de prensa más desorganizada que se recuerde. Para ser digno de “Dios” hay que transfigurarse. Y el redactor (que soy yo), ya un poco agotado, aceptó el chaleco azul y el teleobjetivo. Se plantó al centro de la cancha, encendió la cámara y sólo enfocó al centro del campo. Diego salía junto a sus amigos y otros desconocidos. ¿Hubo diálogo? Sólo un grito del periodista con chaleco. “Dieeeeeegooooo”, y el más grande voltea a su izquierda. Y así se tomó el primer plano al más grande, al mejor. Fue el único intercambio. Lo que se jugó después fue sólo una anécdota. No existe..
Detrás de uno de los arcos, al culminar el primer tiempo del partido de exhibición, el redactor-fotógrafo selecciona los mejores retratos para mandarlos por correo electrónico. A su lado está sentado el “Rey de las Pataditas”, quien acaba de ofrecer su talento a pesar que todavía le duele. Se está cambiando los chimpunes porque ajustan un poco. Vista de cerca, su camiseta tiene muchas inscripciones, una foto de Maradona, un número “10” en la espalda. El periodista y otros más recordaron que Diego Armando Maradona es de la gente, de los que menos tienen, de los de abajo. El “Rey de las Pataditas” mantenía su fe pero no podía driblear el miedo. ¿Y si Diego me bota?
Para que un milagro sea concedido uno debe cerrar los ojos y escuchar. La voz era enérgica pero solidaria. Un hombre caído del cielo, alto y calvo, lo invitó al campo de juego. “Apúrate, entra de una vez”. Desapareció el dolor. Maradona se había librado de los lentes y chalecos y se disponía a jugar. El “Rey de los Pataditas” lo saluda y el “Diez” lo abraza. Se toman fotos con los brazos levantados. Y el Diego sorprendido ve cómo su fanático peruano se aleja dando pataditas y dominándola con la cabeza. Dominándola como tú, Diegote. Dios se apropió del asombro para reinventarlo en medio de una lluvia de afectos.
La Mano de Dios (El Potro Rodrigo)
Para siempre (Los Ratones Paranoicos)
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Mentira verdadera: "Nuestra hinchada merecer ir a un Mundial"
El hincha peruano es como el padre distraído que Franco de Vita describe en su hit "No basta": invierte pero no abraza al ser querido. El hincha peruano paga su entrada, se pinta la cara de rojo y blanco, llega temprano, se emociona al ver las tribunas, compra su gaseosa, su pan con pollo. Se pone de pie, mira el reloj, salta, grita “Perú, Perú”. Se vuelve a emocionar, vuelve a mirar el reloj. Y se sienta. Se sienta y se calla. Es atrapado por un mutismo escalofriante, un trance psicológico que solo podía ser traducido como la expresión más natural de los miedos: el silencio (la palabra negada por los nervios).
Se confirmó que el partido ante Brasil por la tercera fecha de las eliminatorias mundialistas será el domingo 18 de noviembre a las cuatro de la tarde en el estadio Monumental de Ate. Hasta esta fecha tenemos una lista de asignaturas pendientes para dar un buen examen y aunque sea pasar raspando. Una de las primeras (y quizá la más urgente) no es recuperar a Paolo Guerrero ni esperar que Diosito nos mande un lateral derecho o un seis. Lo urgente es aprender a jugar (de verdad) como locales y dejar de lado ese aliento bobalicón tan típico de nosotros, los peruanos que tan poco nos queremos.
Llenemos el estadio ante Brasil, pero que ese Monumental, que ese gigante adormecido, se convierta en un horno insufrible donde todo los visitantes sientan que están condenados a perder (aunque eso al final no pase).
¿Cómo ser un verdadero hincha caliente que meta presión? Aquí unos consejos que debe apuntar antes de comprar su boleto.
1. Prohibido sentarse.
La consigna debería ser ver todos el partido de pie, así será más fácil comenzar con el salto colectivo. ¿Se imaginan cómo se vería todo el estadio con ese remezón? Si los peruanos estamos tan acostumbrados a las colas y a los micros llenos. ¿Duele tanto estar parados 90 minutos? Vamos señores, si quieren descansar quédense en sus casas mejor, esto no es tenis. Es fútbol, y el Monumental de Ate debe convertirse en nuestro febril coloso romano.
2. Aprendan los cánticos.
Otro gran problema. Los peruanos que llegan a ver a la selección solo saben hacer inofensivas olas y agitar esos globos con forma de preservativos para brontosaurio. Solo eso. En Argentina y Chile, por ejemplo, cantan himnos de guerra, que todos conocen. Nadie se calla, y el bullicio incomoda, desconcentra. La 12 claro que juega. ¿Cómo solucionarlo? Fácil, así como una bebida gaseosa se mata difundiendo su cántico de "Sudemooos laaa camisetaaaa", mejor que invierta en difundir cánticos menos sofisticados y más eficaces, fáciles de aprender. Se me ocurre este clásico: "Peruano, mi buen amigo... esta campaña volvereeemos a estar contigo.. te alentareeemos de corazón... esta es tu hinchada que te quiere ver campeón..no me importa lo que digan.... lo que digan los demás... yo te sigo a todas partes... cada vez te quiero más" (y así sucesivamente unas mil veces).
3. No pifees al tuyo
Malazo pues. Es común que cuando el Perú comienza a encontrarse con sus demonios, cuando el marcador es ingrato, cuando el gol no llega, es fácil decirle a Pizarro que se vaya a cuidar caballos y a Farfán que firme a su hija. No pues. Así no juega Perú. Si pagaste tu plata, friégate, tienes que alentar los noventa, así Brasil ya nos haya acomodado media caja de goles en el corazón.
4. Fuego lento
En los estadios más civilizados del mundo dejan que los barristas lleven objetos luminosos (bengalas no, eh) para ponerle color al ingreso del equipo. Ojalá algún día podamos ver en el Perú ese espectáculo, ese circo de la luz, que también motiva. Que enciende las ganas de ganar.
5. Papelito manda
Regla básica. Que no fastide la policía, que el papel picado no le hace daño a nadie. Urgente, cada hincha debe llevar dos kilos de papel picado (y en cada papelito un latido). Esa lluvia artificial, ese diluvio aompáñante y cómplice, puede hacer de una jornada prescindible una noche para mil relatos.
6. Lleva Klinnex
Después de alentar, de saber los cánticos, de estar parado los noventa, de llevar tu farolito, de derrochar papel, si después de todo eso Perú pierde, por fin tendrás derecho a sentarte. Siéntate y llora. Usa tu pañuelo y deja que salga ese niño frustrado. No lo contengas. Mientras más lágrimas, mejor. Bota todo y regresa a tu casa jugando a ser amnésico. Recúperate del dolor, olvida todo, y prepárate. Siempre habrá otro partido. Y tú, entiéndelo, eres importante. Vamos carajo, vamos todavía.
Compatriota, mira y aprende
Recibimiento a River Plate en 1996 (Final de Libertadores ante América de Cali)
Recibimiento a Boca Juniors en el 2007 (Final de Libertadores ante Gremio)
Al estadio de Estambul-Turquía, le dicen "El Infierno" (claro, por el calor de su gente... nuestro querido Monumental es un rincón del polo norte)
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A ese concha de su madre/
Me lo llevan al calabozo/
Y entonces le dijeron/
Maestro ¿cuántas veces se perdona?/
Y él respondió: setenta veces siete
"Luis Hernández (1941-1977)"
Mentira verdadera: "Te amo -1, eres un amor irracional (LH)"
Hace dos sábados se publicó en la revista Somos (número 1087) un curioso reportaje acerca de los hallazgos del investigador peruano Edgar O'Hara, quien lleva años siguiendo los rastros de un poeta tan ausente como infaltable: el campeonísimo Luis Hernández.
A quienes conocimos a Hernández en la universidad a mediados de los años noventa, nos contaron que alguna vez existió en Lima un escritor fundamental, de versos abrumadores y de un ritmo peculiar e inmejorable. De un poeta cuyos escritos pueden ser musicalizados sin problemas. Porque las notas están en su lugar, porque el sonido se impone y la palabra, en sus cuadernos multicolor, nunca estorba. Nos dijeron, también, que el dolor estaba instalado en su sola esencia y que allí, en el asfalto de lo irrecuperable, caminaba toda su poética. El dolor estaba en él y por eso viajó a Argentina buscando buenos aires.
El viento no quiso viajar a su lado y más bien le apagó las velas hasta dejarlo a oscuras. Dice la leyenda que Luis Hernández nunca se curó de una espalda que hincaba cerca al pecho y que se hizo irresistible. Hernández le escribió una carta de despedida a su querida Betty Adler y tomó el último tren. Se aventó a los rieles, lo encontraron días después.
Hasta allí lo conocido, lo que aparece en las biografías. Pero O'Hara, quien ya alista la inminente publicación de La Soñada Coherencia (libro antológico de Luis Hernández), viajó hasta Santos Lugares donde, en apariencia, Hernández se suicidó un 3 de octubre de 1977 antes de cumplir 35 años. Allí, entre otras cosas, descubrió que esa zona era un paradero recurrente de las víctimas de Rafael Videla, el dictador argentino de aquellos años represivos.
La hipótesis de O'Hara es poco menos que escalofriante: "Pudo ocurrir que el poeta haya caído en una redada en Parque Lezama, en Buenos Aires, y que se pusiera sabroso con la policía y que el incidente terminara con el asesinato de Luis y el cuerpo que aparece en la vía férrea de Santos Lugares".
Han pasado 30 años de la muerte de Luis Hernández, el poeta que nunca estuvo pero que siempre regresa. Sus manuscritos, sus poemarios artesanales marca Justus o Minerva, pueden ser el mejor hallazgo para todo aquel que busca un impulso creativo antes de escribir. Mientras O'Hara sigue con esas pesquisas que todos los seguidores de Hernández agradecemos, quiero presentarles este autorretrato sin título a manera de "mucho gusto".
Soy Luisito Hernández
CMP 8977
Ex campeón de peso welter
Interbarrios; soy Billy
The Kid, también,
Y la exuberancia
De mi amor
Hace que se me haga
Un nudo en el pulmón
Y el Amor lo vierto.
Algo de común hay
Con el Agua el Amor.
Algo existe en H2O
Que es más que espejos
Acequias, ríos,
Albercas, estanques y
¿Por qué no?: océanos.
Soy materialista:
J'appélle un chat, chat
O, mejor aún, creo escribir
Sin segundas intenciones
Más bien por llevar
Un ideal. Cierto Ideal
Que podría ser
El no tolerar
Ante mí el sufrimiento
Y de ahí la flor
No permitir ante mí...
Mejor cantemos una melodía
Que proviene de nosotros,
Y es muy nuestra,
Puesto que esta canción
Tiene en sí existencias
Como toda canción
"Qué es aquella flor
Que llevas
Pueda ser ya marchita
Una flor de lejanos días
Y te dirá de mí"
Los malos no tienen canciones
Y creo que La Poesía
Es entregar al Universo
El propio corazón
Sin desgarrarse
"O make me a mask"
Unicamente un ejemplo:
La poesía conduce
Hacia la propia destrucción
Poor Dylan Thomas!
Now say nay
Ahora sí no
Pero el sufrimiento
Es un camino
Plagado de peligros
E innecesario, no llores
Dylan, no llores Paul Verlaine
Soy materialista
"En el corazón tenía
La espina de una ilusión
Logré arrancármela un día
Ya no siento el corazón"
Quizá por ello diría
¡Ay, no sufrir, Poetas!
Mejor escribir algo
Que sea el mundo
A través de tus ojos
And Through your eyes
To your heart
Qué diré entonces
Qué es lírica
Creo que el ser humano
Está hecho a imagen
Y semejan etc.
Visto así, la Poesía
Sería creación.
Mas no. Poesía
Es evitar el dolor
A quienes en tu camino etc.
Juro por Apolo Musagetae
Citaredo, Dios de la Medicina
Y la Poesía
No tolerar ante mí
El dolor: Los cromáticos
Yates tiene un tenue
Tacto de belleza
Oder-Dichtung und wahrheit
Los polícromos barcos
Llevan un impalpable
Amor, Amor que basta
Para que la bóveda celeste
Y los parques
Y tantas cosas
Así es; que si Dios
No existe
Qué importa
Pues de todas formas
Existe
Esta es la soñada coherencia.
(Si quieren más pueden entrar a este sitio que el PUCP colgó con la vida y pasión de Lucho Hernández: http://www.pucp.edu.pe/biblioteca/luis_hernandez/lh_flash.html)
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Mentira verdadera: "Fueron unas elecciones limpias"
Al mediodía del pasado viernes sucedió lo peor. Manuel Burga, el 'doc' (sé que no le gusta nadita que le digan así) fue reelecto de una manera curiosa como presidente de la Federación Peruana de Fútbol y podría decirse que se ha depositado por cuatro años más en la "efe-pe-efe" sin hacer el más mínimo acto de contricción. Salió a comulgar y tomarse todo el vino del cáliz sin conocer la confesión (mucho menos la justa penitencia). Se metió al ollazo, orquestando, manipulando, convenciendo con favores. Y sin debate. Es decir, Burga fue una suerte de Fujimori noventero bajo el techo de la Videna. Enceguecido, mirando sin poder mirar desde el techo un reino que no es suyo hace mucho tiempo.
Aquel viernes de elecciones apuntaba los votos y no dejaba de preguntarme ¿qué hacían esos señores con guayabera eligiendo al hombre fuerte del fútbol? No me refiero a los presidentes de los clubes, sino a los presidentes de las ligas departamentales. Esos 25 sujetos estrafalarios de quienes depende esta elección al duplicar en número a los clubes profesionales de primera división. Burga ahora quiere ser un abanderado de la descentralización cuando precisamente lo más impresentable del balompié peruano es la infraestructura en las provincias del país.
En Madre de Dios, para citar un ejemplo, hay menos de cinco canchas profesionales. Y ese departamento tiene voto. Burga dice que no es su culpa, que la bendita Ley del Deporte transformó las bases de esta votación. Puede ser verdad lo que dice, pero lo que no puede negar es que se ha pasado todo el año haciendo lobby para ganarse a los votantes.
Le ofreció a Municipal y Total Clean que este año no habrá baja, le dio un lugar al Melgar en la Comisión Mundialista cuando ese cupo estaba reservado para Sporting Cristal. Viajó a todos los departamentos. Y no contento con eso, hospedó a estos impresentables electores en la Videna de San Luis. Así es, los hospedó. Los dejó bien guardaditos para que no caigan en la tentación del encuentro con el candidato opositor, el ingenuo Federico Cúneo.
Esa misma tarde desalentadora, un colega me comentó que a Burga no solo lo intentaron de convencer sus amigos y dirigentes. También su familia. Pero no hizo caso, cuando la obsesión roba neuronas, cuando la levedad del ser se inunda en el mar negro, ya nadie existe. Burga postuló sin escuchar y ahora podría quedarse sin Videna. Y nosotros sin fútbol.
¿Por qué quiere quedarse Manuel Burga? Porque si sigue como dirigente dos años más tendrá un lugar reservado en la FIFA, con sueldo vitalicio. Al igual que "su padre", Nicolás Delfino. Pero aquel es solo su Plan B. El motivo de sus más ensordecidos delirios se llama CONMEBOL. El 'doc' quiere reemplazar a Nicolás Leoz y su plan parece tomar cuerpo. Brasil y Argentina piensan en la FIFA, no en la CONMEBOL. El resto de países ha renovado sus cabezas dirigenciales en el fútbol. El único que se ha enquistado es Burga, y en su papel de directivo "viejo" saldrá a llevarse este cargo hasta que la muerte lo separe.
Se queda Manuel Burga y comienzan los problemas. Se queda Manuel Burga y huele a dictador. Sus movimientos, sus gestos, su alma, parecen haberse enlodado con la toxicidad de la política. La pelota sí se mancha.
Continuará...
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(o la punzante estupidez de las corridas de toros)
Mentira verdadera: "Las corridas de toros son una tradición"
No entiendo la afición por las corridas de toros. Me he sentado a escuchar a decenas de personas que defienden este espeluznante ritual de sadismo, de frágil moral, de abuso y desigualdad criminal. A este baño de sangre que cuesta más de cien dólares si buscas primera fila. Me he detenido a conocer su razones y siempre termino pensando lo mismo. Esta bestialidad no merece seguir existiendo.
Desde el 28 de octubre comenzarán otra vez las corridas en la Plaza de Acho y es hora de que esa minoría, que disfruta con la más salvaje de las torturas, sienta la presión de ese 90 por ciento de peruanos que no tolera esta lucha desigual donde siempre morirá el más débil.
Me he sentido a ver desfilar las razones de los aficionados “taurinos” y concluyo que su defensa es frágil y repetitiva. Si les dices que “detestas su pasatiempo favorito”, te preguntan cosas como “¿comes carne?”. Y tardarán dos minutos en decirte “que es lo mismo”. El camal es su justificación, que se vayan toditos allí entonces.
Estoy de acuerdo que los defensores más auténticos de la vida animal son los vegetarianos. Pero hay otros miles, o millones, que sí consumen carne pero que no encuentran necesarias las prácticas que vemos en estos rituales abusivos. Las corridas de toros son solo una absurda tradición que solo tiene lugar en países como el nuestro donde el tiempo se ha detenido en algunas clases sociales.
Al torero le dicen “matador”, como si fuera un gladiador valiente. Sería interesante verlo de igual a igual con otro que también vista esos andróginos trajes entallados. Que salgan a la arena con sus banderillas y que gane el que las clave en la espalda del otro primero. Eso nunca pasará.
En el Perú las contradicciones son como olas de mar que van y vienen. Regresan y son peligrosas cuando se acumulan. La Feria de la Plaza de Acho se llama “Señor de los Milagros”, como si la iglesia del “General” Juan Luis Cipriani cobrara bonos por darle este nombre bendito a la más maldita de las aberraciones. Mi sospecha es la única explicación a esta perla eclesiástica que se repite cada año.
Si la mayoría detesta a estos asesinatos públicos, ¿por qué no les apagan la luz de una buena vez? Simple y necesario, porque esta afición torea a la ley con la billetera gruesa. O sea tienen “billegas” pues brother. O sea, son pipirisnais. Alucina que ya compraron sus boletos de ochenta cocos. Manya.
¿Qué podemos hacer? De momento protestar. Meter presión y que se escuche. Todos juntos. Acabo de leer que el Frente Antitaurino en Defensa de la Vida saldrá a manifestarse todos los domingos desde el 28 de octubre hasta el 25 de noviembre. Ojalá que la Prefectura no le dé una estocada en el abdomen a esta defensa de la vida.
Yo solo quiero que alguien me diga cuál es la utilidad de esta sádica actividad. No dejan nada, solo sangre derramada e imágenes crueles que disparan directo a las retinas, cual bala viajera con el mensaje “la corrida de toros es la más dolorosa representación de la condición humana”.
Los toreros son sicarios que atacan a traición, con alevosía y ventaja. Al toro le llenan los ojos de vaselina, les dañan los cuernos, los anestesian. Los estupidizan para que no desentonen con ese inconsciente colectivo que cuando regresa a casa, más salvaje y más cómplice que nunca, no tendrá que contarle a nadie el final de su costosa película de terror.
Está cantado y repetido: el toro siempre será el que muere.
La escena del crimen (advertencia: este video puede dañarte si eres muy sensible)
Si los animales hablaran... ("El oso" en inmejorable versión de Daniel F)
Etiquetas: Incómodas
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Cerca...muy cerca. Viene Soda Stereo a Lima para cantar el 8 de diciembre y en Honestidad Brutal ya tenemos nuestras entradas para el concierto. A manera de ayuda para quienes harán colas estos días para ver de cerca a la trilogía del rock hemos escaneado en primicia este tríptico con las ubicaciones.
¿Por qué se juntó Soda? En breve ampliaremos...
"Prófugos"
Etiquetas: Melómanas