- Honestidad Brutal: Me das vergüenza

Me das vergüenza




(Como algunos de ustedes deben saber, estuve la semana pasada por Quito, viviendo el humillante 5-1 de Ecuador a Perú. Sobre mi estadía en la mitad del mundo alisto más de un post. De momento, y a pedido de unos amigos, reproduzco mi comentario del partido publicado en Deporte Total de El Comercio)

Perú perdió por 5-1 con Ecuador, que hace ocho partidos no podía ganar un encuentro oficial. Hace treinta años no podemos superar a la selección ecuatoriana en eliminatorias mundialistas

Me ruborizo al solo imaginarme esa concentración peruana una hora antes de partir a Quito. Quiero recrear esa escena, mirar a los jugadores exigiendo ocho mil dólares, cada uno, por empatarle a Brasil en Lima. Los premios para ellos eran lo primero, eran lo urgente. En la capital ecuatoriana los esperaban para las nueve de la noche y llegaron a las diez y veinte. Demoraron porque no se ponían de acuerdo, porque unos cuantos miles dólares desestabilizaron por completo a un equipo que nunca salió a la cancha del estadio Olímpico Atahualpa de Quito.
Cinco goles nunca serán una coincidencia, tienen una explicación. Al margen de que Chemo del Solar diga que no entiende por qué sus muchachos nunca se conectaron con el partido. Hay razones. Un plantel desconcentrado por pelear por sus cuentas de ahorros antes de comprometerse con un proceso y la confirmación de que el Perú solo tiene cinco o seis jugadores con nivel para jugar una eliminatoria. De esos, ayer no jugaron cuatro (Solano, Vargas, Guerrero y Rodríguez).
El resto solo son jugadores de nivel modesto que convirtieron a Walter Ayoví en Kaká y a Edison Méndez en Ronaldinho. Nunca los pararon, por izquierda Gómez y Solís abrieron las puertas y se mostraron más nerviosos que un postulante en examen admisión de la UNI. En su sector nadie quiso cobrar peaje. Gratis y con la garantía de llegar rápido a la meta.
En la mitad del mundo, el estadio no se llenó porque once goles en contra en solo tres partidos y ocho partidos oficiales consecutivos con derrota aniquilaron la fe de un país que ayer fue bendecido con la llegada de un equipo que, da la impresión, de no quererse.

MERECEN UN QUINTO

El primer gol, ese tiro libre atinado de Walter Ayoví, podría ser interpretado como un arranque de talento, como un hecho fortuito. Que la selección peruana se pudo acomodar después de eso. No, era imposible. Walter Vílchez había salido a los diez minutos por una lesión en el tobillo y fue reemplazado por un Carlos Solís que no tiene la culpa de haber sido convocado. Increíble que haya sido tomado en cuenta cuando quedó claro que más zaguero que él era un poste de alumbrado o un inofensivo porfiado.
Después se consumó el desorden y la improvisación, Perú por ratos formaba una línea evidente aprovechada en el gol de Kaviedes. A diferencia del encuentro con Brasil, esta vez los laterales no cubrieron ni se acercaron en velocidad a sus rivales. Sobre todo Gómez, que en el tercero (Méndez) y cuarto de los norteños (otra vez un imparable Ayoví) fue junto a Solís mucho más que un simple presunto implicado.
El quinto solo sirvió para abrir la herida y comience la hemorragia interna. Penny, golpeado en el orgullo, dejó que un tiro-centro de Méndez ingrese pidiendo permiso. Eso era todo, solo faltaba Andrés Mendoza para anotar el gol que hace tres años no pudo hacer.

NO LLORES, CHORRI
Roberto Palacios, el buen 'Chorri", conmovió con su berrinche de niño rebelde. Saltaba, agitaba las manos, quería despertar a los mismos que esperaban ocho mil dólares por empatar en Quito y que ayer entraron al campo goleados, dispuestos a recibir los cinco goles y cumplir lo que estaba escrito. Eran las cinco y media de la tarde, y se encendieron las torres de luz del Olímpico Atahualpa. Aquella fue la mejor señal de que se venía la noche para Perú.
Chemo por minutos se quedaba mudo, estremecido por la displicencia y la falta de técnica de los que jugaron ayer. Era demasiada indignación, y algunos intercambiaron camisetas (Mendoza, Farfán, Mostto y algunos más). Fue tan pobre lo ofrecido que ahora solo nos queda agradecer que exista Bolivia. Duele decirlo, pero como se sintió en las tribunas del estadio quiteño, somos el equipo contra el cual todos quieren jugar.
En el sector de prensa del estadio Atahualpa, con los asientos mojados por una garúa a minutos del encuentro, con los periodistas ecuatorianos que pasaron de escépticos a emocionados en exceso. Con siete mil kilómetros de distancia, dos horas de vuelo, y dos días en la capital ecuatoriana solo puedo añadir que siento vergüenza. Me da vergüenza porque Ecuador estaba desahuciado, porque sus periodistas les pegaron en todos los previos.
Me da vergüenza porque cuando bajé del avión los colegas me preguntaron si Perú con sus "europeos" venía a matar a su equipo. Debí responderles que se queden tranquilos, que contra Perú, como lo hizo Colombia en el 2004, los que están muertos vuelven a vivir. Debí decirles que a los seleccionados de mi país les importa más pelear por los miles de dólares de un premio antes que defender la camiseta. Al final del partido me encontré a los mismos colegas en la salida del estadio. Volvieron a preguntarme. "Me da vergüenza", respondí.

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