- Honestidad Brutal: Por W.O. en el cine

Por W.O. en el cine



(EL FÚTBOL AUSENTE, SIN PROYECCIÓN ALGUNA)

Mentira verdadera: "Esa película fue un golazo"

La tarde del 9 de julio del 2006, cuando acabó el Mundial de Alemania después del penal del italiano Fabio Grosso, supe que sin fútbol sólo me quedan las películas. Con Fox Sports y ESPN sin buena programación, prefiero buscar esos estrenos que se agradecen y que, por suerte, no se hacen esperar cuatro años. Soy un fanático de estadio y siento lo mismo en una sala de proyección. Mis aficiones encontradas. ¿Complementos? No lo sé, pero en estos mundos paralelos de gambetas y encuadres noto una tremenda injusticia. Un desbalance creativo. El fútbol no es al cine ni viceversa. Casi todos los directores que buscaron hacer buenos planos de esta pasión se quedaron con el balón detenido en el mediocampo. Nadie los recuerda porque jugaron al pelotazo.
Los intentos por representar al fútbol en el cine son fallidos, en el mejor de los casos han sido solo un tiro al palo. Esta carencia de material en la ficción sólo puede terminar con una avalancha de colecciones (en DVD, y en supermercados) para ver las mejores jugadas de todos los tiempos. Es lo único bueno para proyectar. ¿Cómo es posible que todo ese desborde popular provocado por el balompié no haya sido aún bien enfocado? El fútbol pertenece a un furor de la realidad y sólo de ella. Buscar un delirio colectivo filmando jugadas épicas como lo hizo Danny Cannon en Goal (Inglaterra 2006) es tratar de excitar con lo previsible.
Si a esa realidad tan desatada en un estadio le sumas una dosis de ficción tonta como en Escape a la Victoria, donde Pelé libera a los presos con un gol de chalaca, será imposible ganar y llevarte los tres puntos. ¿Es posible gritar un gol así? Desatinos como estos seguirán naciendo y siempre habrán megaestrellas como Edson Arantes do Nascimento que estén prestas para sumar dólares sin saber nada de buen cine.

PLAY DE HORROR

Fernando Vivas escribió el año pasado en El Comercio que el fútbol pierde ante el boxeo en el cine. Y por goleada. Digamos un 6-0 tipo Argentina-Perú, sin Videla, sin Morales Bermúdez. Mientras le daba vueltas a esa idea no sólo recordaba el autocastigo fascinante de Jake La Motta en Toro Salvaje o al más sombrío Clint Eastwood en Million Dollar Baby. También pensé en el niño que fui y que se intimidaba con ver el rostro magullado, cayéndose a pedazos de Silvester Stallone en Rocky I. Sólo comparable al Hombre Elefante. Eso era. He allí la toma que falta. Una imagen, o una serie de momentos que retornan al encenderse las luces de ese ring filmado. El fútbol pierde aquí por Walk Over. Nunca se presentó.
Si me preguntan de una escena futbolera que llevaré a la tumba siempre responderé que guardo el inicio de Bolivia (Argentina 2001) de Adrián Caetano. Qué curioso, pero la secuencia de marras sólo fue la reproducción de un partido real. Bolivia era la historia de un inmigrante que la pasaba mal en tierras gauchas. Caetano quería jugar con la metáfora de que todo boliviano en Argentina “pierde por goleada desde el arranque del partido”. Y su inmejorable idea fue comenzar la cinta con imágenes de un partido entre albicelestes y altiplánicos en el Monumental de River Plate, con el fondo musical de los Kjarkas y con tres goles del equipo local para que la idea quede clara. Vuelvo y repito, el fútbol es real y sólo eso. Lo que queda de él es lo no registrado aún. Lo que quizá funcione.
¿Queda algo? Sí, pero no está en las canchas, jugador. Pienso que más posibilidad de éxito tiene una escena con fútbol que una película sobre fútbol. Nunca fallan. Como esos perros amigables que dosifican las cargas dramáticas de innumerables filmes. En la primera historia de The Acid House, un condenado a la banca de suplentes se convierte en mosca para vengarse de los otros. El año pasado, dos películas (Mi mejor enemigo y Buenos Aires 100 Km.) aciertan al hacer del balompié esa posibilidad de unir grupos, de crear causa común.
El marginado fuera del campo y los equipos improvisados son parte de ese fútbol que sólo es explorado por esos audaces que también saben ver lo pintoresco en el hinchaje de un club de segunda división. En Chicha tu madre, los giros narrativos funcionan casi redondos en medio de un estadio vetusto que los limeños llamamos “La Cancha de los Muertos”, igual en Whisky (Uruguay 2004) donde al desapasionado protagonista le quedan pocas cosas para querer seguir con vida. Una de ellas es su fervor por El Tanque, equipo que nunca subirá a Primera.
Alguien podría decir que hay mucha obra por hacer y también descubrir. ¿Ya habrá películas sobre fútbol en el cine africano? El escritor mexicano Juan Villoro también coincide en hablar de esta carencia mutua entre fútbol y cine, aunque hace referencia a dos películas. La argentina Pelota de Trapo y esa exploración “de alta temperatura intelectual”, según Villoro que es El miedo del portero ante el penalty, de Wim Wenders, basada en la novela de Peter Handke.
Hace un año seguía dándole vueltas al tema de "por qué box sí y fútbol no" y pude conversar con el cronista argentino Martín Caparrós quien coincide con algunas conclusiones de Fernando Vivas: el box gana porque la épica se prefiere de uno, es más fácil de seguirlo, de identificarse. Difícil sentir once veces en paralelo. Aunque se dice que en el fútbol el equipo es uno solo, pero el cine sigue sin saberlo. Además está la oscuridad, el peligro, y esa presentación de los boxeadores como personajes que arrastran fantasmas dispersados en cada gancho y jab, en cada bailoteada y mirada fija para pegar. Y pegar.



¿FICCIÓN Y FÚTBOL?
En la mencionada Goal hay una historia personal pero la magnificencia de sus jugadas y la excesiva carga emocional del guión –sólo para recordarnos que ese futbolista tenía que terminar como héroe– hacen que todo caiga y que el disparo salga desviado. Si el fanático del fútbol quiere ficción exagerada preferirá mil veces jugarse una partida de Play Station 2. Mucho mejor el Winning Eleven 10, versión Ronaldinho, que esta ansiedad cinematográfica de hacer más grande lo imposible de agrandar.
Antes de despedirme del paralelo box-cine, antes de despedirme de Toro Salvaje, digo ¿acaso no hay cientos de Jake La Motta en el fútbol? Claro que los hay, incluso algunos se están dedicando a la actuación como el francés Eric Cantona, quien no terminó en desgracia pero es el perfil perfecto del futbolista “malo de la película”. No tengo claro, si a algún cortometrajista inglés se la ha ocurrido hacer algo con ese tacle monumental de Cantona a un hincha en pleno partido de su equipo, el Manchester United. ¿Sería muy ambicioso filmar unos sesenta minutos con lo que “dicen que le dijo” Materazzi a Zidane? No son las jugadas las que hacen falta en el cine, son las historias mínimas con balón al aire las que pueden clasificar a la gran final.
¿El “Cholo” Sotil y Garrincha no son los Jake La Motta del fútbol sudamericano? En ambos casos, la idea fue acertada. Lo que falló fue la realización. No he visto Garrincha, pero una amiga chilena me dice que en el país del Sur sólo fueron unos cuantos al estreno y nadie más. La crítica la demolió y las jugadas de Mané en Chile 62, su cojera imposible, su beber y beber son parte de una desafortunada producción que no está al nivel de campeonatos internacionales. Por eso nunca la veremos aquí.
Cholo de Bernardo Batiesvsky (Perú 1972) es el mejor ejemplo de cómo la presencia del fútbol en el cine es casi fantasmal. Hace dos años estaba tras la sombra del también fantasmal Hugo “Cholo” Sotil. Tenía que saber todo de él para escribir una crónica. Y saber todo era ver “Cholo”. Esta película por mucho tiempo fue inalcanzable. Ni siquiera el más conocido crítico la tenía en su rebuscado archivo. Aunque él me ayudó con el teléfono de la esposa del ya fallecido Batiesvsky. Era la única manera, llamar a la esposa, buscarla, presentarse, saludar al “amo de llaves” e ir junto a él a una casa de las afueras de Lima para ver esta película, que según entendí, sólo existe en formato VHS.
Así de olvidado, así de imposible. Después comprendí todo. Cholo no es siquiera una película regular. Batiesvsky cometió el peor error para filmar una película sobre un futbolista: hacer que éste mismo sea el protagonista. Y era casi cómico ver como al buen Sotil lo llevaban de una escena a otra, como si estuviera amarrado, como una marioneta peinada con gel Glostora. Batiesvsky llevó al ex jugador por los mejores lugares de Europa. Peor aún. Más deshallado el personaje, como esos errores de cineastas que son tan inverosímiles hasta dar la impresión de ser intencionados.
Otra razón por la cual el cine no sabe jugar en pared, es la negación de la expresión artística al fútbol. Si bien ya tenemos a un Eduardo Galeano y a un Juan Villoro, son muchos más los escritores, capitaneados por Jorge Luis Borges, que no soportan siquiera los disparos al ángulo desde cuarenta metros. Pero nadie se resigna. Y todos quieren ver lluvia de papel picado en algún estreno próximo. ¿Por qué insistir? Puede ser porque según Malraux estamos en el “extraño siglo de los deportes” o como dice Johan Huizinga, estamos en la etapa del homo ludens. Todos queremos seguir jugando.
Es muy simplista el querer representar un fenómeno social, a casi un segmento histórico de la vida humana, sin una visión antropológica. No le caería mal a un ambicioso director leer el libro Deporte Rey de Desmond Morris para conocer ese rol casi tribal que cumple la pasión futbolística en la vida actual. Si sólo fuese un balón, un centro, un gran salto, cabezazo y gol. Si sólo fuera eso, algo tan simple como eso, no habría millones despiertos de madrugada viendo a su equipo jugarse todo. No sería épico y glorioso, como cuando el paraguayo José Luis Chilavert protagonizó la mejor escena de “caídos de guerra” al levantar uno por uno a sus compañeros tras ser eliminados con un gol de oro del francés Blanc, en 1998.
Peloteros de Coco Castillo es otro ejemplo de lo que no se debe hacer en un entorno futbolero: marcar los estereotipos de manera tan forzada hasta llamar Vargasllosita al más mongo, al más negado para moverla en el área. Eso tampoco. La intención de unir a sus adolescentes tocando la pelotita vale. El cotejo se complica para Castillo cuando sus jóvenes promesas se muestran demasiado tiernos para encuentros importantes. Los Mundiales los ganan los más viejos. Y en el cine también.
¿Y entonces? El encuentro sigue cero a cero. Aquí no pasó nada. El fútbol en el cine sólo se resume en breves escenas, la mayoría sin relevancia. Si quieres llenar estadios puede funcionar reunir a los galácticos del Real Madrid y filmarlos (como ya se hizo) o usar a Beckham o pedirle a Maradona que diga algo. Pero lo que el verdadero hincha pide en la tribuna es una producción que traduzca en imágenes el sentimiento popular. Un filme que termine con los botines rotos de tanto buscar la genialidad sobre el campo y que dure los noventa minutos de un partido de fútbol completo. Los noventa minutos que duran la mayoría de largometrajes. Hasta en eso, tal para cual. A pesar de seguirse extrañando mutuamente.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

P.

Se que antes de lavarte los dientes prenderas la Laptop y checaras esta mela (tu blog). Por eso te escribo aqui, mejor. Lei WO en el cine. Te quedo joya. Largo, como tu cacharro cuando "Amarte asi" ni te mira, pero contundente.
Besos y buena chamba por alla (pa que te luzcas por aca)

M.

PD 1. No use tildes. Ya pa que. Ahorro es progreso.

PD 2. Te leere. Escribe como si fuera yo.

Anónimo dijo...

P.

Se que antes de lavarte los dientes prenderas la Laptop y checaras esta mela (tu blog). Por eso te escribo aqui, mejor. Lei WO en el cine. Te quedo joya. Largo, como tu cacharro cuando "Amarte asi" ni te mira, pero contundente.
Besos y buena chamba por alla (pa que te luzcas por aca)

M.

PD 1. No use tildes. Ya pa que. Ahorro es progreso.

PD 2. Te leere. Escribe como si fuera yo.